lunes, 13 de febrero de 2006

FELIZ SAN VALENTÍN

Os deseo a todos que paséis un feliz día de San Valentín, que las rosas que lleva el mensajero cuando entra a vuestro portal, no sean para la vecina; que las cartas del buzón no sean facturas y que los emails que recibáis no sean los odiosos mensajes de "Manda esto a 20 personas o morirás virgen..." ¿Cuál será la finalidad de tales tonterías? Seguro que provienen de uno que se aburre y piensa: Voy a escribir una gilipollez, pero voy a extenderla por medio universo mediante la incomodidad de una supuesta maldición.

No quiero escribir sobre mí esta noche, pero sí quiero añadir un cuento muy interesante que he descubierto con mis alumnos hoy (viene en su libro de texto) y me ha parecido genial y, además, muy apropiado para este día del amor:


LA SOMBRA DE LAS COSAS

    Carmelo nació sin sombra. El médico se dio cuenta al instante. Se lo dijo a su padre, pero su padre no lo comprendió. Todos en su familia habían tenido sombra hasta entonces, era la primera vez que sucedía algo semejante. Miró acusador a su mujer, que no supo qué decir: ¿A quién habrá salido, sin sombra?, se preguntaba su padre desolado.

    Los mejores médicos de la ciudad estudiaron su caso, pero poco pudieron hacer. Los padres de Carmelo reunieron el dinero para llevarle a otro país, donde un doctor experto en la materia había resuelto casos similares. Ha habido experiencias, les explicó, de transplantes de sombra que se han realizado con éxito. Habrá que encontrar una que se adapte al tamaño de su hijo, a su altura, a su perfil...Pero Carmelo rechazó todas las sombras. El de su hijo es un caso particularmente agudo, les dijo el doctor mientras les cobraba la factura.

     Carmelo creció sin sombra. Sus compañeros de la escuela pronto se dieron cuenta y se reían de él. "¿Por qué yo no tengo sombra?", le preguntaba Carmelo llorando cada noche a su mamá. Porque tu corazón es tan grande y tu alma tan sencilla, le decía ella, que se puede ver a través de ti. Carmelo se convirtió en un joven huraño, huidizo. Sólo salía a la calle los días nublados, cuando las nubes robaban sus sombras a todos y hacían de él uno más.

     Un maravilloso día sin sol, en un parque cercano, Carmelo conoció a Tulipán, tan llena de adolescencia, tan dulce, hermosa como una nube. Juntos hablaron y rieron, buscaron complicidades y hallaron acuerdos, cambiaron miradas, latidos, secretos, hicieron un pacto sin ellos saberlo. Quedaron en verse otro día, en la esquina de la Alameda con Hidalgo, junto a una farola y un puesto de flores, que atiende una anciana encorvada.

     Carmelo aguardaba, sufría en silencio. Los días se sucedían soleados y en la radio decían que lo seguirían siendo durante mucho tiempo. La noche anterior a la cita Carmelo no pudo dormir. Rezó para que amaneciera nublado, pero no fue así. Aquel día fue el más radiante y despejado de cuantos se recuerdan en la ciudad. El cielo vistió esa mañana su mejor traje azul y Carmelo acudió a la cita, sin sombra y con miedo. A punto estuvo de pintarla en el suelo, pero desistió. Las horas, a su paso, habrían hecho girar otras sombras dejando la suya en postiza evidencia. Y el miedo venció al amor. Carmelo prefirió conservar intacto el recuerdo de su maravilloso y nublado encuentro, la otra tarde, en el parque. Antes de que llegara Tulipán, Carmelo, borracho de pena, se fue para siempre.

    Si hubiera estado allí cuando la chica apareció en la esquina, atribulada, con retraso, Carmelo habría pensado que estaba aún más hermosa que la otra vez. Si hubiera estado allí, habría descubierto que Tulipán era, como él, una chica sin sombra, y que juntos, tal vez, podían haber vivido una vida maravillosa, de nublado porvenir, en algún país del norte, donde el sol, respetuoso con su amor, se lo pensara seis veces antes de salir.

                                           FERNANDO LEÓN DE ARANOA


Espero que os haya gustado el cuento. A mí me ha parecido muy bonito, tierno y, sobre todo, oportuno.

MORALEJA: Carmelo, no temas nunca, que sabes que yo tampoco tengo sombra. A ti te lo dedico en este día tan especial.


3 comentarios:

  1. Érase un hombre, un hombre común, que parecía controlado por completo por un destino común. Un animal doméstico bien entrenado.
    Un día sintió un malestar en los hombros, distensión muscular, mala postura en el trabajo... Comenzó a empeorar y decidió mirarse al espejo, de lado, de cuerpo entero y desnudo después de la ducha: no había nada, dos extrañas protuberancias aparecían en su piel bajo los hombros. Tuvo miedo pero decidió no comentarlo con nadie y, como no solía tener relaciones con su mujer, pudo ocultar su secreto durante casi un mes.
    Hizo lo que veía hacer a su mujer: cogió de encima del lavabo un espejo redondo ante el cual ella se arreglaba el pelo, y se pasó analizando todo el día aquel fenómeno que en vez de asustarlo, ahora lo intrigaba. Curioso, pero sin sufrir -porque no le dolía-, se dedicó a observar cómo crecía aquello.
    Y pensaba:
    No sirve de nada ir al médico, porque si es un tumor (o dos) tan grande, ya no tiene remedio, es mejor morir entero que cortado.
    Cierta vez, cuando se masturbaba en el baño, en el momento del placer sintió que las protuberancias se alzaban en su espalda y se vio adornado con ellas, desplegadas como las alas de un cisne que apenas hubiera dormido y, al despertar, se extendiese sobre las aguas.
    Se quedó allí, desnudo ante el espejo, aterrorizado.
                Ahora ya no era un hombre común con cuentas que pagar, tareas que realizar, familia que mantener, hijos que llevar al parque, horarios que cumplir: era un hombre alcanzado por un encantamiento.
                Aquéllas eran unas alas muy prácticas, porque si usaba una camisa holgada se acomodaban maravillosamente bajo la ropa. Ciertas noches, cuando todos dormían, se iba a la terraza, se quitaba la ropa y surcaba los aires.
                Su mujer notó algo diferente en el cuerpo de su marido. Se estaba poniendo encorvado de tantas horas en la mesa de trabajo. Nada más que eso. Aunque su madre le había dicho que «con los hombres siempre es mejor confiar desconfiando», de su pacato marido jamás imaginaría nada muy singular.
                -Vas a acabar quedándote jorobado, ponte derecho –le decía con su tono de desaprobación conyugal.
                Las cosas se complicaron cuando, ya habituado a su nueva condición, el hombre-ángel miró a su alrededor y, no siendo más que un hombre con alas, se sintió muy solo. Y comenzó a pensar en eso. Y miró a su alrededor y se enamoró.
                La primera noche con su amante se olvidó del problema, se quitó toda la ropa y, cuando ella empezó a acariciarle la espalda, las alas se abrieron, se arquearon uniendo las puntas muy por encima de él, en el momento del supremo placer.
                Pero esa mujer amante no se asustó, no se alejó. Se apretó más a él diciendo: ven conmigo, ven conmigo, ven conmigo…
                Y abrió sus alas también.
     
    Espero que te guste

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  2. hola bego nada q pasaba por aqui y te dejado un comentario porq me aparecido bonito el spaces y como a mi me gusta bunbury tambien y es lo primero q suena me puesto a verlo y esta xulo!!!!! te las currao!!!! claro q si !!!!!! bueno wapa un besito y si quieres un dia hablar un ratillo con alguien de barcelona ya sabes xao!!!!!

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  3. ME HAS EMOCIONADO UN MONTON TIENES QUE ESTAR ORGULLOSA Y DOLIDA A LA VEZ ORGULLOSA DE TENER ESOS ALUMNOS TAN MARAVILLOSOS Y DOLIDA POR DEJARLES UN BESO ME LLAMO SUSANA DE MALAGA Y QUE LINDO DE VERAS QUE LINDO HAY TIENES MI MESENGUERR  TIENES UNA AMIGA LO QUE NECESITES SOY PROFESORA TAMBIEN POR ELLO EL ESCRIBIRTE

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